Lucky Salvadori, el argentino que soñó Colombia

Guadalupe Gandlaz
5 min readJun 21, 2021

De administrativo de Lanús a vivir de la música: la historia del artista que recorre el mundo con Manu Chao.

Por Antonella Ferretti y Guadalupe Gandlaz

Show con Manu Chao en Nis - Serbia

Luchito tiene 9 años. Mientras sus amigos se divierten jugando en las calurosas veredas de Lanús, él se pasa el verano sacando “De música ligera” con la guitarra que le regaló su abuelo. Manolo, el profesor del barrio, le enseña a tocar con la música que le gusta y así comienza ese amor con el instrumento que no paró nunca de crecer. (…) Lucho ahora tiene 32 años y está solo en un escenario. Como sorpresa del line up del festival italiano No Borders del 2019, desde atrás de una montaña irrumpe Manu Chao, colgado de una soga, aterriza a su lado y dice “Bueno, mi nombre es Freddie Mercury, me corté los bigotes, y él es Lucky Luciano”, haciendo alusión al mafioso italiano. De esa forma rebautiza a Lucho que, ya lejos de su etapa ceratiana, lo acompañará por el mundo.

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Nada más queda

Luciano “Lucky” Salvadori es un músico oriundo de zona sur. Durante su adolescencia formó parte de varias bandas como guitarrista hasta que un día se animó a cantar, y en 2016 lanzó su primer disco con su proyecto solista Siné. Pero llegaron los 30, y con ellos el hartazgo de una vida muy común entre los músicos independientes: tener un trabajo de otro rubro para subsistir, y hacer música para vivir.

“Vendí todo. Dije ‘me voy a quedar con lo que me alcance para llenar esta mochila’ y saqué un pasaje a Colombia”. Ese país que, aun sin conocerlo, lo llamaba, se convirtió en el primer destino de su viaje. Aterrizó en Bogotá y, a partir del consejo de un amigo, decidió hacer un par de fechas con canciones de Soda Stereo, aprovechando no sólo la popularidad de la banda en Latinoamérica, sino también su facilidad para interpretarlas.

La cosa funcionó, y muy bien. Crecía la cantidad de shows y su convocatoria, tanto que un empresario le propuso convertirlo en un tributo con mayor producción, pero su instinto le dijo que no aceptara.

Una casita frente al mar

Decidió que ya era hora de alejarse de la ciudad, e ir a buscar la foto del agua turquesa de “la revista de la sala de espera del dentista”.

Tomó la Troncal del Caribe y llegó a trabajar a un hostel en Santa Marta, a cambio de techo y comida. “Costeño Beach” está ubicado en plena jungla, y fue fundado hace ocho años por dos surfistas canadienses, los hermanos Rea. Brian, el menor, es el marido de Liliana Saumet, vocalista de Bomba Estéreo, con quien Lucky compartiría muchos momentos teñidos de música.

Su plazo de turista se vencía y tenía que decidir si renovarlo o seguir viaje. Con la poca plata que le quedaba sacó un pasaje a México. Sin embargo, descubrió que eso significaba empezar de nuevo en otro país, así que se quedó a trabajar como voluntario, esta vez sumando la música a su labor.

  • ¿Te preguntaste alguna vez qué hubiera pasado si te ibas a México?
  • Sí, siempre. Fueron los mejores 300 dólares perdidos de la historia.
Li Saumet y Lucky Salvadori

El chapulín solo

“Costeño Beach” era un lugar donde podía aparecer desde Erlend Oye en ojotas hasta Manu Chao en busca de descanso. Y así fue.

En la previa a su gira solista por Colombia, Manu llegó a Santa Marta y su amiga Liliana lo recibió con una cena junto al staff del hostel. “Tío, me dijeron que tú tocas la guitarra. ¿Qué haces sin ella?”, lanzó Manu. Lucky la fue a buscar y la conexión fue instantánea.

Esa semana pasaron mucho tiempo juntos en la playa, descubriéndose tanto en lo personal como en lo musical. “Tocaba temas súper conocidos. Yo le preguntaba de quién eran y me respondía ‘míos’’’.

Llegó el momento de partir al concierto de Barranquilla, y Manu lo invitó a acompañarlo. En el auditorio de la Alianza Francesa estaba todo dispuesto, pero las guitarras eran nuevas, y había que tocarlas para que las cuerdas se asentaran y no se desafinaran durante el show. Lucky se ofreció para esta tarea pero Manu le dijo que se quedaba con él. “El tipo hizo su prueba de sonido, agarró la guitarra conmigo y se puso a tocar todo el setlist de nuevo. Se armó un mini recital para la gente del lugar”.

Al día siguiente Manu debía continuar con su tour y sus caminos se iban a separar, pero Lucky cuenta que tuvieron un diálogo en el que lo que parecía una despedida no fue tal:

L: — Brother, si necesitás alguien que te junte los cables me decís.

M: — De eso te quería hablar. Si te llevo no sería para que juntes los cables, sería para que te subas al escenario. ¿Te animás a venirte conmigo al resto de los shows por Colombia? Tenemos que hacer lo mismo que en la playa.

“Si a vos te parece nos damos una vueltita por el mundo”

“Yo pienso que tuve la suerte de conocer a alguien que me fue enseñando en cada concierto y en el camino. Primero me hice amigo y en cada show lo fui conociendo como artista”.

Terminó la gira por Colombia. Manu volvió a Europa, y Lucky a Santa Marta. Siguieron en contacto por mail unos meses, hasta que Manu lo invitó a instalarse en su casa en Barcelona, y salir a tocar por todo el continente.

Tiempo después, el tour los traería hasta Mercedes, para tocar en el Festival Mastai frente a treinta mil personas y al Teatro de Flores, donde realizaron dos fechas en las que su familia pudo verlo sobre el escenario. Los amigos de Lucky le organizaron un asado de bienvenida. El asador, con un tatuaje de Manu Chao, no pudo creer que su ídolo abriera la heladera de su casa para armarse un fernet.

Emprendieron otra aventura juntos, ahora una gira por Asia. En Sri Lanka la irrupción del Covid-19 los obligó a cambiar de planes. Manu se volvió a España y Lucky siguió su viaje de regreso a Colombia, donde logró entrar aun con las fronteras ya cerradas.

Actualmente se encuentra en Argentina haciendo música y su plan es poder seguir acompañando a Manu en sus conciertos en el futuro.

El apodo resultó un presagio que definiría su futuro: Luciano definitivamente es lucky (afortunado en inglés).

“Hoy en día me pregunto ¿por qué Colombia? Hay un tema que él escribió que se llama ‘El expreso del hielo’ y desde la primera vez que la tocamos me lo guardé en mi corazón. La letra dice ‘Soñé que el fuego nevaba, soñé que la nieve ardía, soñé que tú me querías. Soñé, soñé Colombia’”.

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Guadalupe Gandlaz
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Written by Guadalupe Gandlaz

Periodista, productora y agente de prensa multitasking.

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